lunes, 16 de febrero de 2015

yo era un chico sin pene
con un revólver de juguete
y balas de plomo
el oso de peluche sabios consejos dábame 
- abrigáte que va a hacer frío,
los 70's van a estar picantes
como un tatuaje 
bajo piel transpirada para siempre
yo era yo mismo escribiendo 
pero más musculoso y más sensible,
mi abuela muerta sabios consejos dábame
- escribí bien pelotudo, acordáte de vallejo y el amor,
sé fiel a vos mismo y a nada más en este puto
mundo imbécil
yo era una visión narcótica, 
el caballo blanco bebiendo agua del inodoro
y de algún modo todos todos estábamos salvados 
- pero vamos a morir
dijo mi abuela derritiéndose 
- y el dolor es enorme, tan infinito y misterioso como el amor
dijo el oso de peluche
- y además nada importa, lo que es es y punto,
para qué escribir boludeces
dijeron los 70's
pero yo era quien soy y mis respuestas venían
de muy lejos
- de Taiwán?
- Sí amigos, de Taiwán y más allá.
Estar en calma y encontrarte
a vos mismo como un cazador
errando el disparo,
todo lo que pase a partir de ahora
no te pertenece, los hombres
cogen entre los árboles,
todo sucede,
un chico inyecta heroína
a una liebre, nosotros
nos comunicamos como algo
visto entre los árboles,
de repente,
o como su recuerdo,
yo recuerdo,
un anciano transpirado
acariciando a un chico dormido,
el terror de un hombre
en medio de la noche
al lado de su esposa,
quién o qué es lo que soy,
la liebre empezó a tener convulsiones,
el chico enfermo sonríe entre los árboles,
mi disparo fue errado, es el final,
el amor todo lo puede, el cazador
nunca regresa, alguien
estuvo en esta casa, la mujer
dice qué fue ese ruido, lo único
terrible es el recuerdo,
saber es callar,
el chico pregunta desde el baño
dónde estamos, qué animal es ese
susurra el hombre o la mujer,
dónde está mi hijo, mis hijos,
el cadáver de una liebre fue
encontrado entre los autos,
un hombre a medio afeitar
atraviesa corriendo
la plaza de mayo,
entre los árboles el chico narra lo sucedido,
como un hombre, como un final,
pero nada pasó, el chico sonríe
consumido por la fiebre,
los colectivos improvisan su recorrido,
no recuerdo tu nombre mi amor,
es de noche y está todo bien, no tengas
miedo, la liebre grita como un hombre
desgarrado, cerca
del congreso, un grito de hombre,
abrazáme, lo digo en serio,
por favor, abrazáme fuerte, abrazáme,
y sólo después, recordemos. 
Con el progresivo fracaso
y constante cual signo
más puro por decir dolor
aprende uno no sólo
el misterio de las cosas vacías
sino también a resignarse
en palabras boludas
que por supuesto cagan
el accionar vacío
haciendo humilde o boludo
al testigo de esa cosa
que es lo que ya saben.
Yo y mi familia abandonamos
el uso horario tradicional.
Medimos el tiempo según
el deterioro psíquico 
de mi abuela.
Hoy dijo 2 cosas
"no me quiero morir'' y
''compren pizza'';
debo tener, más o menos
25 años.

domingo, 15 de febrero de 2015

Hablamos mucho,
una chica, sentí, al borde de llorar.
Decíamos sobre la nueva guerra
cosas venturosas, quiénes éramos,
mucho vino.
Después me fui, nos fuimos
como un gesto contra alguien o algo
y a mí me quisieron robar,
como un gesto desesperado pero lento
en medio de la oscuridad 
hacia alguien o algo
cuya existencia, y no digamos
cuya complicidad, era ya dudosa
para todos
y por eso el gesto, todos los gestos
semejaban a la mano
que se pasa frente a los ojos del paciente
para ver si reacciona.
Mientras corría escuché a los pibes
putearme
y a la cuadra me crucé a dos policías
pero no dije nada.
Caminé hasta mi casa
dándome vuelta cada 5 metros,
mi cuerpo es mi responsabilidad.
Habíamos hablado de las guerras
que se vienen, como quien limpia
con su aliento los lentes de lectura
apoyado contra el cadáver de un caballo.
Me fui en pedo.
Ese es el poema.
Me fui en pedo y sonriendo.
No me pudieron robar
aunque me lo merecía, como todos
aunque no tanto como otros,
como aquellos.
Al llegar a mi casa sólo quería una mujer.
Una amable y silenciosa presencia femenina.
Al llegar a mi casa no encendí ninguna luz.
Eso fue lo más parecido al amor
que pude lograr.
Un sin sentido luminoso
como decir que no
por primera vez.

El pibe buscó la vida
y qué encontró,

un sin sentido luminoso
como decir que no por primera vez.

Los pibes toman merca de tu mano, señor.
Un caballo escrito con aerosol
atraviesa nuestras ruinas, altivo.
Un cadáver se pudre, altivo.
El pibe buscó la vida, y que encontró,

una mujer escribiendo un cuento
con un cuchillo 
en una manzana podrida

un caballo galopando en círculos
alrededor de una rosa 
que fue mía

el fin de la propiedad privada
mientras el pelo se nos cae
a mechones

las facciones de la mujer más hermosa
hecha a dentelladas por dios,

y el pibe se encontró a sí mismo
cerca de fábricas
con olor a semen y saliva
de Pasolini,
se encontró y se acarició,
se besó y se hizo el amor,
entre cadáveres de sí mismo,
de todas las veces que se perdió,
y se penetró el ano estrecho
por cada vuelta del caballo que fue,
y tuvimos una identidad
insensata y sólida
como decir que no 
por primera vez,
porque yo era el pibe
que se convirtió en hombre
y en lugar de edad tuvo víctimas,
hoy recorro con las yemas de los dedos   
el trayecto de mis venas,
y así hago las noches,
las noches argentinas,
entre los infinitos cadáveres del caballo,
acariciando al pibe que somos,
trazando el recorrido de sus venas
con birome
e inculcándole un amor suave,
un amor hecho de caricias en silencio,
que nadie llama amor
porque son caricias
y porque lo importante
es el silencio.  

Qué es la vida, pregunta un anciano
aplicándole un tratamiento de electro shock
a un caballo negro.
Y qué es el aire, pregunta el mismo anciano
pero con los ojos cerrados
de la mano de un chico fucsia, mientras
un caballo blanco grafiteado con aerosol
salta de un edificio a otro
sobre ellos.
Y qué es el delirio, susurra un hombre
dibujando un revólver con marcador negro
en la frente de su novio.
Un tipo reza en el ante último piso
de un edificio a medio construir.
Una mujer pelirroja hierve un pájaro.
El mismo tipo de recién reza en alemán
a gritos
en el túnel vacío y oscuro
del súbte.
Como mirar a alguien a los ojos temblando.
El temblor es el encuentro.
Orinar de perfil
a un caballo con epilepsia.
Hombre con olor a neuropsiquiátrico
besando al hijo, al desconcierto,
al recuerdo de un amor imposible
como contagiarse sida con la risa
mientras un caballo color puma
muere entre mis brazos,
entre mis tetas,
contra mis labios
delineados con liquid paper,
que no hablan del amor.