Andrea nació en una familia disfuncional
de clase media.
Andrea nació en una familia funcional de
cualquier clase.
A los 2 años sus padres la miraron
gatear e intentar pararse en el patiecito del fondo exactamente a las 7 y
cuarto de la tarde.
Era verano.
A las 12 de la noche de un verano, años
después, la hermana mayor de Andrea entró en la casa borracha y se acostó sin
desvestirse en su cama, en el cuarto que compartía con Andrea.
Andrea estaba despierta pero no dijo
nada, aunque no supo si su hermana roncaba o lloraba.
A los 3 años de edad Andrea caminaba por
la casa sin parar.
A los 3 años de la edad de Andrea su
madre moría.
A los 2 años de la muerte de su madre, Andrea caminaba de la mano con su hermana por un parque desierto e
introspectivo.
Era otoño.
A sus 15 años Andrea se enamoró de un
chico del colegio llamado Damián.
Un día a sus 15 años Andrea se quedó
absorta mirando el humo del cigarrillo quieto que dejo su padre en el cenicero
de madera que compró su abuelo de parte materna el siglo pasado en un mercado
fronterizo en el crepúsculo de una primavera tardía pero calurosa.
A los 30 años de la edad de su hermana,
Andrea estaba de novia con Germán; un muchacho silencioso y huraño que por
momentos tenía raptos de ternura, que por momentos la miraba con miedo y que
en los momentos menos pensados, menos correctos le decía cosas como te quiero
mucho o no nos separemos nunca, para sumergirse en su silencio de argamasa, en
su felicidad angustiosa.
El día que Andrea cumplió 18 años se quedó
hablando con su hermana hasta la madrugada sin dejar de fumar cigarrillos,
salteándolos con algún porro, algunos vasos de vino, algunas porciones de
pizza.
Hablaron de su madre muchas horas y
cuando se pusieron a hablar de su padre seguían hablando de su madre, y cuando
se callaron, entre las imágenes del pasado inmediato que conformaban su
presente, entre los recuerdos dispersos de obligaciones y placeres que las
esperaban en los días venideros, podían ver el rostro de su madre acariciado o
golpeado por las estaciones y el azar; invierno invierno invierno invierno
invierno invierno.
Cuando empezaba a amanecer Andrea ya
había oído de labios de su hermana los diversos encuentros sexuales de ésta con
mujeres y su monólogo ronco y atonal en el que básicamente decía que le
gustaban las mujeres pero no quería ser mujer.
Andrea se recibió de odontóloga cuando
su padre tenía 60 años. Vivía en un departamento escasamente amueblado y con
cierto vértigo que ella torcía hacia la pasión escuchando siempre CDs de
flamenco que la hacían llorar y abrir las ventanas.
Su mejor amiga era Rocío y seguiría
siéndolo cuando ambas hubieran pasado los 60.
Andrea se casó con uno de sus pacientes,
por una caries y una limpieza. Un hombre impulsivo y con dinero con el que en
unos años remodelaron y agrandaron el consultorio, contrataron empleados, otros
odontólogos y empezaron a vivir cada vez más holgadamente.
Tuvieron 3 hijos, dos varones y una
nena, Ludmila.
Se separaron cuando Ludmila entraba al
jardín de infantes.
En uno de esos días Andrea estaba
charlando con Rocío en su casa cuando tocó el timbre su hermana que desde hacía
algunos años se vestía como varón y tomaba hormonas.
Rocío tenía 36.
Andrea no veía a su hermana desde hacía
un invierno, un otoño y medio verano.
El reencuentro fue feliz, y fueron las
tres juntas a buscar a Ludmila al jardín.
A sus 17 años Ludmila recordaría esa
tarde como la más feliz de su primera infancia.
Y a sus 70 años aun la recordaría y
recordaría que la recordaba como la más feliz, aunque a esa altura sólo
recordaría la luz, las risas, y su infinito extrañamiento.
Andrea tuvo sexo con algunas mujeres y
en una ocasión creyó que estaba enamorada de la amante de uno de sus novios.
Fue sólo un instante, muy liberador y
apasionado, ciertamente, en el que sintió que su cuerpo se reducía a su sexo y
que toda conciencia dentro de su sexo se convertiría inevitablemente en
enamoramiento. Sintió que si prestaba atención suficiente podría enamorarse de
las paredes, e incluso de la transparencia del aire que mediaba entre ella y
las paredes.
Entre ella y las moscas que sorbían la
mugre de las paredes.
Cuando murió su padre Andrea caminaba
por la calle acompañada por un joven veinteañero o treintañero que le preguntó
dónde quedaba una calle y después si podía caminar con ella.
Andrea siempre fue una mujer hermosa, y
su padre siempre fue mortal.
Andrea conoció la soledad primero y
luego el amor y el dolor, y después la soledad otra vez. Y la soledad era
hermosa en ella, mientras su padre moría de una larga enfermedad que lo hizo
más bueno.
Andrea y su hermana fueron al funeral de
la mano. La hermana de Andrea estaba vestida y tenía una gran espalda de físico
culturista.
Andrea tenía los ojos grises.
Dejaron a Ludmila con Rocío y se fueron
en un taxi.
Ludmila se enamoró a los 12 años de su
maestro.
Uno de los hijos de Andrea se hizo
astronauta y el otro se volvió loco.
Ludmila caminó de la mano con su madre
por calles sin asfaltar en tardes perfectas.
Ludmila se rompió el dedo gordo al
intentar clavar un clavo de un solo martillazo .
Rocío y la hermana de Andrea se fueron a
vivir juntas en el tiempo que tardó Ludmila en mirarse la vagina y el ano con
un espejito de mano en el baño y después lavarse todos los dientes de abajo.
Cuando Rocío y la hermana de Andrea
cerraron la puerta del departamento con llave y se miraron sonriendo, Ludmila
ya estaba lavándose los dientes de arriba.
Andrea fumaba porro escuchando boleros,
Paco de Lucía, blues viejo, un solo CD de Michael Jackson, mientras hacía cuentas y ordenaba la casa.
Cuando su hija cumplió 19 Andrea se puso
a llorar; su hermana y Rocío la abrazaron riéndose y Ludmila rodeada de amigos
se sintió avergonzada y orgullosa a la vez.
Cuando Andrea tenía 3 años y caminaba
por la calle de la mano de su padre, un jovencito que quería ser poeta pero que
nunca lo sería, la miró pasar y se puso a llorar de ternura.
Cuando el hijo de Andrea que era
astronauta fue a visitar a su hermano al manicomio, el que estaba loco le dijo
al otro que no creía en los extraterrestres mientras el astronauta prendía un
cigarrillo pensando en Ludmila.
Los tres hermanos se encontraron algunas
varias veces en las alucinaciones naturales del hermano loco, en los movimientos
imprevisibles de las constelaciones que el astronauta vigilaba con
resentimiento, en las manos femeninas de los novios pasajeros, que se
sucedieron como días, como hebras, ante los ojos marrón claro de Ludmila.
Los ojos que se formaron en el vientre de
Andrea. Así como sus pechos y su vagina. Así como su ano y su lengua
A los 50 años de la edad de Andrea,
Ludmila conoció el amor.
A los 10 años de la edad de Ludmila,
Rocío y la hermana de Andrea adoptaron un bebé.
A los 12 años de la edad del bebé, Ludmila
se compró una antología de poesía Italiana.
A sus 90 años Jimeno (el bebé) sólo
recordaría a Ludmila.
Los 2 hermanos de Ludmila, el astronauta
y el loco, eran una misma persona.
Andrea no tuvo 3 hijos, sino 2.
Y no tuvo 2, sino una hija y el
presentimiento de que lo que no existe, básicamente sí existe, aunque sin saber
cómo.
Diríase, terriblemente.
Andrea conoció a un tipo cuando Ludmila
tenía 30 años, y no se enamoró pero fue feliz durante un tiempo.
Jimeno se escapó de su casa cuando
Ludmila leía los versos de Sandro Penna, y vagó por el barrio hasta que cayó la
noche.
De algún modo Andrea, su hermana, Rocío
y Ludmila, eran una misma mujer derritiéndose en el medio de un baño público, y
cada célula de su cuerpo lloraba y cada átomo de la célula era feliz y cada
lágrima de llanto quemaba como el buen humor de los sábados nublados e
inaccesibles.
La segunda vez que Jimeno se escapó de
su casa, Ludmila estaba leyendo Las mil y una noches mientras intentaba cagar.
%CBl fue al cine y vio una película de
terror; Ludmila dijo guau mientras se paraba sin haber cagado y apagaba la luz
del baño.
Cuando Ludmila era adolescente Jimeno
vio a sus madres hacer el amor.
Cuando Jimeno tenía 1 año, sus madres
vieron a un policía pegarle a una puta.
Cuando trascendió la noticia de que la
luna era una ilusión óptica
Ludmila y Jimeno se besaron con una
lentitud inaudita.
Cuando los científicos dijeron que a la
Tierra le quedaban 30 años de vida, Ludmila y Jimeno comieron fideos con manteca,
lavaron los platos, hicieron el amor, y se durmieron abrazados.
Cuando Jimeno tenía 0 años Rocío y la
hermana de Andrea lloraron por algo que no sabremos.
La hermana de Andrea se llamaba Laura.
Laura, la machona de ojos claros.
Laura la musculosa.
Laura la peluda.
Laura la necia de ojos negros.
Laura la mujer de Rocío. Ambas, las
madres de Jimeno.
Cuando Andrea tenía 1.000 años, un
millón, Jimeno dijo en la oscuridad, Laura y Rocío fueron mis madres.
Cuando la oscuridad los devoró a todos,
Jimeno dijo en voz baja, mis madres.
Cuando Ludmila murió Jimeno preguntó al
boletero del tren, a qué hora salía el ultimo.
Cuando Jimeno nació Ludmila tuvo las primeras pesadillas románticas
registradas en la historia de los sueños.
Cuando la Tierra estalló Ludmila y
Jimeno sintieron un poco de nostalgia en el planeta en el que estaban con la
mayoría de la población. No mucha.
Andrea murió al mismo tiempo que su
hermana y que Rocío. Todas de un ataque al corazón.
Jimeno contempló el pasado con lágrimas
en los ojos mientras del cuarto de al lado le llegaba el sonido de una cumbia
paraguaya.
Ludmila no era más ni menos bella
embarazada.
El planeta en el que vivían era igual a
la Tierra.
Era la Tierra.
Jimeno tocaba la armónica durante todo
el día.
Jimeno tocaba la armónica sentado a los
pies de la cama mientras Ludmila miraba el techo.
Jimeno tocaba blues y chacarera con su
armónica oxidada mientras Ludmila se afeitaba las piernas lentamente.
Ludmila parió un niño al que le faltaba
un dedo.
Jimeno lloró y se rió de su propio
llanto.
El bebé era precioso y le faltaba el
dedo meñique de la mano derecha.
Jimeno lo amó.
Ludmila amó a Jimeno. Y el niño murió
poco después por algo que no sabremos.
Aunque Ludmila y Jimeno sí lo supieron;
sin mirarse a los ojos lo supieron, haciendo el amor a través de los años lo
supieron.
Haciendo el amor sin mirarse a los ojos
supieron lo que intuyó Andrea. Madre de Ludmila.
Y cagando, ella en el inodoro, y él en
el bidet, se rieron, mientras ella intentaba leer poesía.
Los poemas de Sandro Penna, y se reían.
El maniático de Quevedo, el putañero de
Baudelaire, y se caían de la risa, manchándose de mierda las piernas y el piso.
Bukowski mirándose a los ojos con
Virgilio.
Borges totalmente ciego ante Rimbaud.
Rimbaud con los ojos cerrados. Ambos avanzando a través de la mierda y la risa
del tiempo, mientras Jimeno y Ludmila se limpiaban. Mientras Jimeno y Ludmila
ya no se reían.
Una tarde, después de que Jimeno
penetrara a Ludmila por el culo, salieron a comer afuera.
Jimeno tenía el pelo enrulado y negro.
Una tarde fueron a comer mono asado.
Ludmila tenía el pelo color mostaza, el
pelo lacio y sucio. Y si me lo permiten, unos ojos preciosos, una mirada que
ahora me hace dudar de todo y querer llorar. Pero yo no lloro. Escribo.
Ambos caminaron por las calles del
centro desenfadados como músicos de funk.
El cielo estaba rojo y calmo como la
bandera comunista.
Cuando Jimeno murió Ludmila orinó en la
boca de un niño.
Cuando Jimeno y Ludmila murieron, Jimeno
lloró y se limpió los mocos con las páginas de un libro de poesía skinhead.
Ambos amaban las películas de Woody
Allen.
Ambos vieron hipnotizados el nacimiento
de una nueva guerra.
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